DESDE LA ENCINA

1 de Junio de 2010

"Cerca del tiradero, el aire revolcón tiene difícil solución"


La "Ley del aire en la cara" es la que manda en esto del mundo de las esperas. Suele ser un truco habitual del aguardista el que, cuando el aire se muestra revolcón en el cebadero o la baña, este busque la posición de tiro más alejada de lo normal, salvando así los revoques del aire en las cercanías del mismo.

Pero hay algo que puede echar al traste esa estratégia, salvando además el hecho de que si tiras con arco no puedes alejarte donde quieras, y es la vegetación y orografía del terreno. Si este hecho te impide alejarte para efectuar el tiro, la opción es intentar buscar altura, como hacen los arqueros. Pero si aún así tampoco existe una atalaya donde encaramarse cual búho chico, has de saber que, cerca del tiradero, el aire revolcón tiene difícil solución...

En una finca cercana a casa, teníamos un puesto que aprovechaba una baña metida entre un jaral, a apenas tres o cuatro metros de una siembra. Juan, el guarda, solía echarle todas las mañanas unos puñados de maiz bajo unas piedras y los guarros solían subir por el barranco, desde el río, para tomar su baño y, según les diera, picar del maíz o salir a la siembra.

Los aires del suave barranco de subida eran claros, pero  ¡hay amigo! en el alto, donde estaba el puesto y la siembra, el aire se mezclaba entre las tendencias que indicaba el "hombre del tiempo" en el Telediario y el "chorro" de aire que venía del barranquete.

La proximidad de una siembra, a escasos par de metros de la baña, metida dentro de las espesas jaras del barranquete, quitaba la oportunidad de sentarse en el suelo en la mitad del terreno ocupado por la siembra, donde arremolinaba el aire que corría por la meseta con la que subía del barranco.

Este puesto tenía una solución para ello... una vieja encina, que distaba a menos de una docena de pasos de la baña, permitía esperar sentado a unos tres metros de altura, lo justo para salvar el remolino de aire habitual. No obstante, al no ser demasiada altura, todavía el aire te la liaba alguna noche en el momento crítico.

A la incomodidad que siempre supone esperar en un árbol; por más cojín hinchable que llevaba y el tablón que pusimos para evitar caerte hacia atrás si "Morfeo" venía a visitarte bajo la cúpula de estrellas, que alguno ya tuvo un susto gordo; saber que estabas esperando para que el aire en el último momento te la liara nunca termina de agradar a ningún esperista.

Así, como algún cochino diese con "el mochuelo" subido a la encina, se quedaban clavados entre las jaras durante eternos minutos en los que el corazón se te sale por la boca, sabedor de que tienes el cochino a punto de caramelo...

En otras ocasiones, con el mismo problema, había podido solventar el aire alejándome, en concreto en un barranco empecé a ponerme en la ladera opuesta a unos 80 metros y poco tardo en caer... Pero reconozco que no resultan mis favoritas esas esperas a largas distancias donde la tecnología nos da cierta ventaja adicional al humano frente a la bestia. Aunque cuando iba con la "tropa" siendo todavía pequeños nos permitía que, por mucho que jugasen con los pies y las piedras por el "aburrimiento", pudieran verles entrar a la plaza de vez en cuando.

Pero siempre me gustaron las esperas en bañas o comederos, más que en pasos, en que además pueda sentarme en el suelo lo más próximo posible al guarro. Esa subida de adrenalina, conocedor de que la proximidad no permite fallos, es la que me merece la pena de tantas horas de vigilia y frío.

Pero cerca del cebadero, los riesgos se incrementan de forma exponencial, como bien saben los arqueros, y si además pretendes ponerte en el suelo... Así que salvar el aire alguna vez me llevó a subirme a las encinas. tres cosas fundamentales aprendí de aquella temporada:
  • Mantén los pies apoyados en algún sitio, si los dejas colgando terminarán durmiéndose las piernas y el dolor terminará siendo tan intenso que optarás por abandonar la espera.

  • Procura poner algo a tu espalda, cuerdas, tablones, que eviten la caída si te entra el sopor o simplemente si te distraes. El accidente puede ser muy serio.

  • Teníamos la costumbre de poner una rama o una cuerda que hiciera las veces de trípode y facilitar la puntería, que uno siempre fue malo y lo seguiré siendo de por vida...


Pues así, subido a una encina con los pies bien puestos, un tablón a la espalda y el rifle apoyado en la cuerda, era como andaba esperando a una machete que ya me había "sacado" un par de veces en el suelo y otro par haciendo el "tordo" en la encina... Las veces de suelo era tal la proximidad que casi tenía que apartarme para que entrara por lo que, aunque le echo la culpa al aire, seguramente "sin aire" también me habría olido. Así, opte por subirme al árbol y, tras escucharle entrar recelando y con paradas, ahí si que sendos revoques de aire delataron mi presencia provocando esa salida que hacen los guarros viejos, que no sabes ni para donde se han ido de lo silenciosos que se alejan.


Total, que andaba yo más picado que el animalito al puesto. Dándole vueltas de donde ponerme, sabedor de que no podía ir a cortarle al barranco pues cortaría las oportunidades a otros puestos que había más arriba, pero cuya salida del río era el mismo barranquete.


Y es que, sin mover el puesto de sitio y con el aire revolcón, era casi imposible buscarle una solución al tema, tendría que ser un tema de suerte y que todos los astros se alinearan una noche... como finalmente así fue.

Encina grande y rechoncha en su tronco, en cambio no tenía una copa excesivamente espectacular. Tenía tres taquitos de madera fijados al tronco que ayudaban a salvar el par de metros inicial, antes de encontrar donde hacer apoyo sólido en tan magnífico quercus.

Iba solo, pues no entraba nadie más en lo alto sin riesgo de batacazo, por lo que una vez subidos los primeros escalones, había que "aupar" los archiperres a  la cepa de ramas de la encina, para culminar con éxito la "escalada".

Una vez arriba, la experiencia resultaba un grado... teníamos un tablón acoplado a media espalda que servía tanto para el reposo de la espalda (aunque por mi peso nunca he terminado de fiarme de tan reconfortante accesorio) como de elemento de seguridad para evitar la costalada, que según el árbol puede tener serias consecuencias. Te sentabas a horcajadas de una rama, permitiéndote el apoyo de los pies en el tronco central, evitando así los calambres que se producen si dejas los pies colgando durante una espera larga, resultando una posición relativamente cómoda para aguantar una espera más o menos larga. Contaba, además, con el sistema "patentado" de la finca en todos los puestos... Una cuerda, más o menos larga, avanzaba anudada desde una rama hasta otra haciendo las funciones de apoyo del rifle y "barra estabilizadora" para el disparo, trípode barato y funcional que a veces he utilizado en puestos de suelo donde la pendiente o el barranco no permitía ubicar ni silla ni trípode. Así, arriba, sólo restaba una potencial mejora en la comodidad del puesto... mejora que se transformó en el uso de un cojín hinchable de camping que, ocupando poco en la bolsa para su transporte, permitía un cierto alivio de mi espalda, en donde la misma pierde su digno nombre.

La encina, a la que se accedía dejando el coche en la siembra unos centenares de metros antes de llegar a ella, hacía de atalaya que permitía cubrir la salida de los cochinos a la siembra, aunque nunca les vi abandonar la seguridad del fuerte jaral que atestaba el barranco por el que solían subir desde el río a esta pequeña baña.

Solían entrar, los cochinos, careando por el barranco y dando tiempo a "gustarse uno en la suerte" escuchando como con más o menos estrépito iban haciendo rodar piedrecitas y tronchando ramas en su aproximación, casi siempre semicircular, a la baña. Así, no había mejor aire que el del noreste, que subía del barranco y echa tus efluvios hacia la siembra... Pero amigo, no se que demonios pasaba en el llano de la siembra que giraba a su libre albedrío y, por la proximidad a la baña, no más de seis metros, cuando menos te lo esperabas te sacaban.

Cuatro o cinco veces fueron las que sentí la entrada de frente del cochino solitario, no se si bueno o malo pues el jaral hacía las funciones de protector de sus habitantes, que subiendo por el barranco empezaba a hacer la media luna para terminar entrándome casi a los pies de la encina, por mi izquierda, antes de que el frío en la nuca antecediera al conocido resoplido. Siempre me ha impresionado como, cuando saben que hay visitante, los cochinos salen de puntillas de tan comprometida situación...

Por más vueltas que le di no había forma de hacerle nada y es que "Cerca del tiradero, el aire revolcón tiene difícil solución" Así que el tema era insistir en los momentos en que el aire se mostrara con un poco más de fuerza, para que se mostrara dominante frente a tan caprichoso remolino.


Así, el día que el machete vendió su vida, había un poco más de viento de lo habitual, no demasiado que si no los cochinos recelan. También se dio la circunstancia de sentir subir el cochino por el "lado contrario" del barranco, por lo que supuse que iría a cumplir a otra querenciosa salida del mismo que más arriba se encontraba ubicada.

Mi sorpresa fue cuando, ya casi sin poder escucharlo, empecé a percibir el giro de su trayectoria y el rodar de cantos aproximándose a mi casi por detrás. Se empezó a acelerar la bomba sanguínea y la siempre pesimista pero esperanzada mente del esperista empezó a valorar si ahora la posición donde deje el coche, ahora el aire firme, que por una vez venía sin remolinos, iban a dar al traste con la aproximación de este solitario que, entrándome casi por la espalda, se gustaba de los barros de esta bañita...

Pero debió pensar el Señor de las Sombras que ya había oteado bastante, más de lo habitual, y decidió atajar en línea recta, esa línea recta que, sin saber por que, nos hace sentir a los esperistas que "ahora si" el guarro entra franco a la plaza. Y en esa trayectoria, pasó a escasos metros de mi nocturno apostadero desde donde cual búho real, pude observarle sin mover una "pluma" de mi cuerpo, tan solo un leve movimiento de cuello y ojos podría haberme delatado...

Le dejé entrar a la baña, que como premio tenía un puñadito de maíz metido bajo una pesada losa calcárea. Pero el guarro, sabedor de las visitas de otras noches, todavía estuvo parado unos minutos a la sombra de la última jara, antes de permitirse avanzar para disfrutar de "los placeres de la vida".

Le deje mascar el maíz, señal del grado de confianza y relajación, antes de tensar mis brazos para ubicar el rifle en la cuerda. La falta de mucha luna me concedía ahora, con el visor, la oportunidad de intentar valorar al digno contrincante que me pudo en las afrentas anteriores. Confirmé el pincel y, aunque de cuerpo estaba bien servido, no parecía que fuera a ser medalla, ni tan siquiera escapulario...

Pero los lances de varios intentos suelen culminar con el lance, más que con el trofeo, por lo que no dude en encender el punto del visor, colocarlo bien para la posición medio frontal medio lateral que me mostraba y encender mi fiel Ledwave que tiñó de rojo el jaral haciendo brillar el fondo de ojo de mi objetivo.

El trueno venatorio rompió el silencio de la finca, levantándose una polvareda en el suelo, aviso del comienzo de carrera como pasa en las olimpiadas y como pasó con el cochino, que emprendió una recta carrera hacia el barranco.

Reposo y silencio, realmente casi imposibles de conseguir tras la emoción del disparo a un guarro, me permitieron adivinar que al guarro había corrido unos cincuenta metros hacia abajo en línea recta, dejando entonces de escuchar ruido alguno.

Sólo, en el puesto, y siendo laborable el día siguiente, decidí dejar enfriar el guarro antes de recoger y, en ningún caso, adentrarme en el jaral para evitar sustos innecesarios.

La llamada a primera hora de nuestro guarda, casi cuando me acaba de sentar delante del ordenador, avisándome que había encontrado el guarro donde le había comentado supuso una ayuda para pasar el día con los efectos de la vigilia causada por no verlo caer en el sitio. Bendita sensación de sueño !!




En la distancia corta aunque...
resulten tan incomodos los árboles